
Andrés, el último habitante de Ainielle, pueblo abandonado del Pirineo aragonés, recuerda cómo poco a poco a todos sus vecinos y amigos han muerto o se han marchado a la ciudad. Refugiado entre las ruinas de ese pueblo fantasma, su anciana mente extraviada por la larga soledad sufrida evoca los días en que compartía su tiempo con su esposa, Sabina, y la desapacible aflicción que sintió cuando encontró su cuerpo yerto en el molino, víctima del suicidio, fruto de la desesperación. Se imagina las sensaciones de quien pronto, quizás un grupo de excursionistas en busca de vestigios de otro tiempo, lo encuentre a él bajo el húmedo musgo que ha invadido las piedras, su historia y su recuerdo.
Julio Llamazares nos habla de esta «España menguante» en los 80, cuando nadie lo hacía y cuando a nadie parecía importarle. La lluvia amarilla es un relato escrito con un lenguaje muy cuidado; una novela lírica que narra, de manera desgarradora y al tiempo respetuosa, la tragedia personal de la migración y el abandono que estas pequeñas localidades guardan en su interior.
AUTOR
Julio Llamazares nació en el desaparecido pueblo de Vegamián (León) en 1955. Licenciado en Derecho, abandonó muy pronto el ejercicio de la abogacía para dedicarse al periodismo escrito, radiofónico y televisivo en Madrid, ciudad donde reside. Ha publicado dos libros de poemas, La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982), que obtuvo el Premio Jorgue Guillén, y un insólito ensayo narrativo: El entierro de Genarín (1981). Ha reunido sus principales artículos en el volumen En Babia (Seix Barral, 1988) y Escenas de cine mudo (Seix Barral, 1993), que le han situado entre las figuras más destacadas de la narrativa española actual.
Valoración:
Crónica de la sesión
Biblioteca Pública. Sesión del 14 de enero de 2022.
En esta sesión tuvimos el placer de contar con el testimonio de José María Pérez, un apasionado de la historia de los pueblos abandonados de Aragón. Con más de treinta años recogiendo información de estos lugares, guarda con cariño en su casa documentación organizada en más de 60 volúmenes y nos habla emocionado de los parajes donde se sitúa la novela. Comienza con una vista aérea de Sobrepuerto (en el Alto Aragón, a más de 1000 metros de altitud), desde Berbusa a Ainielle, donde el camino se pierde entre ruinas y bancales abandonados.
Nos cuenta José que al abandono de los pueblos se unen las pardinas y casas solitarias. «Fue el fin de una era: la de la subsistencia por la llegada de la industrialización, que atrajo a sus pobladores. Hoy -nos dice, estamos ante un nuevo cambio producido por la digitalización». Con ella parece que llegan nuevas gentes a los pueblos a restaurar las casas familiares. El debate se abre sobre si ello atraerá más viajeros que moradores reales.
No es el caso de Ainielle. Aunque llegó a tener 83 habitantes en 1920, quedó deshabitado en 1971. José nos muestra imágenes propias de sus casas en ruinas, cubiertas de vegetación y fotos antiguas de sus habitantes. Los bancales en las laderas de las montañas nos confirman su economía de subsistencia y el escaso comercio de ganado y productos derivados. El molino, escenario recurrente en la novela, era uno de los lugares más importantes para el pueblo. José nos enseña allí un alquerque, un juego infantil que, grabado en piedra, servía para entretener a los niños mientras esperaban su turno para moler.
Aprovecha para recomendarnos la visita al Museo de Arte de Sabiñánigo, donde se conservan muchos elementos etnológicos de la región y piedras decoradas como las que se situaban en la parte superior de las puertas principales.
El edificio más destacado cuando llegas a Ainielle es la Iglesia. José no se para mucho en esta foto, como tampoco lo hace Llamazares en la novela. Sí comenta el edificio de la escuela. Nos muestra imágenes de un armario destartalado con frases grabadas por la maestra en la madera y en las paredes sobre la dureza de la vida en Ainielle. Es muy interesante leer en ellas el testimonio de una maestra destinada a un pueblo tan remoto del Alto Aragón; sus penas pero también su tristeza al tener que abandonarlo. José nos comenta la importancia que suponía tener una escuela para la supervivencia del pueblo y comentamos casos conocidos en la actualidad donde ocurre lo mismo. La sesión continua hablando de la emigración, que sin duda Julio Llamazares desea denunciar, aunque compartimos en que no es realmente el tema principal del libro.
El grupo continua valorando el lenguaje tan cuidado del libro, que nos sumerge en la soledad y en la trágica atmósfera que envuelve el libro desde su comienzo hasta el final. Precisamente, Llamazares termina el libro con las mismas palabras con las que lo comienza; a excepción de la frase que cierra el libro: «La noche queda para quien es», que el escritor recogió de María, última habitante de Ruidelamas, con la que prevenía a Llamazares y a sus acompañantes ante la llegada de la noche. Ésta también generó un amplio debate sobre su significado. Al final decidimos que debíamos hacer caso a tan sabias palabras.
Uno de los temas que se trataron en la sesión fue el motivo que llevó al protagonista y a su mujer a no abandonar el pueblo y el egoísmo e intransigencia del protagonista cuando lo hace su hijo mayor. José nos explicó la unión que existía entre la familia y la casa. En Aragón y Cataluña, lo que identifica a las gentes no es el apellido, sino la casa y el lugar de donde provienen. De ahí el nombre del protagonista, Andrés de Casa Sosas. El hijo mayor es el que hereda la casa y los hermanos se quedan a servir en la misma. El final trágico de sus hermanos, hace más dolorosa esa decisión. Para Andrés, quedarse supone mantenerse fiel a sus antepasados y la huida de sus vecinos, una traición. El caso de su mujer, Sabina, ya no queda tan claro en la novela. El coloquio nos llevó a valorar si su suicidio se debía a que no compartía la decisión de Andrés o a la profunda soledad y tristeza que le llevó a querer morir en su pueblo y a no abandonarlo jamás.
Esto nos llevó a recordar el pasaje en el que cuenta cómo se avisaban unos a otros cuando alguien fallecía. El último en enterarse se lo contaba a una piedra. Era una forma de ahuyentar a la muerte. También comentamos el momento en el que cava su propia tumba y el detalle de la tala el árbol para su ataúd en luna menguante: «Siempre deseé morir así, como un árbol durmiente, como un tilo hechizado». Se comentó que actualmente se mantiene la tradición de seguir el calendario lunar y como ejemplo se recomendó el libro: Lunario 2022.
El coloquio siguió analizando los personajes de la novela, incluida la perra sin nombre, los fantasmas que acompañan al protagonista en sus últimos días y, por supuesto, la lluvia amarilla, símbolo del paso del tiempo que recorre la novela de manera recurrente y que se suma a los otros temas principales de la novela: la soledad, la tristeza, el avance inquietante de la naturaleza, el olvido, la muerte.
«El pueblo mira desde los ojos huecos de sus ventanas»
Libros que se citaron en la sesión:
- Pedro Páramo de Juan Rulfo
- Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender
- Intemperie de Jesús Carrasco
- Campos de Castilla de Antonio Machado
- Los santos inocentes de Miguel Delibes
- Cinco horas con Mario de Miguel Delibes
INFORMACIÓN ADICIONAL:
- Ainielle.
- Despoblados en Huesca
- Recordando lo olvidado: los pueblos de la España vaciada que cruza la Senda Amarilla
- Excursión al impresionante molino del despoblado de Ainielle
- Ainielle tiene memòria. Documental de RTVE
- Memoria, duelo y melancolía en La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. José Antonio Llera. Universidad Autónoma de Madrid
- Memoria triste de la España menguante: La lluvia amarilla, de Julio Llamazares.
RECOMENDACIÓN DE LECTURA RELACIONADA:
«El reino de Celama» de Luís Mateo Díez. En 2022 se publicará «Celama (un reencuentro)» en el que autor vuelve a este territorio inventado donde da voz a estos pueblos vacíos llenos de mitos y cuentos.
Autor: Julio Llamazares
Editorial: Seix Barral
ISBN: 9788432220227
Año: 2013
Páginas: 168